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Rafaela tiene un desafío


La ciudad de Rafaela se ha destacado a nivel nacional e internacional durante el Siglo XX por su importante modelo de desarrollo local. Se ha diferenciado de otras áreas del país por haber logrado mantener un ritmo de crecimiento sostenido a nivel económico e industrial basado en el fuerte protagonismo de pequeñas y medianas empresas.

Desde sus inicios, en la década de 1880, Rafaela adhirió su incipiente fuerza productiva al modelo agroexportador de Argentina de aquella época. Las actividades económicas que aquí se desarrollaban giraban en torno a la producción agrícola-ganadera de la zona, siendo los productos más importantes el trigo, el lino, el maíz y la carne vacuna; una parte de lo producido quedaba aquí y otra parte se enviaba mediante el ferrocarril a los puertos de Rosario y Buenos Aires para su exportación. De esta forma se desarrolló un creciente eslabonamiento productivo alrededor de este rubro: Talleres de reparación de maquinaria agrícola, molinos harineros, frigoríficos, curtiembres y pequeñas industrias lácteas.

Más adelante, siguiendo en líneas generales el ritmo del proceso de industrialización de la Argentina, estas primeras industrias fueron creciendo de manera importante y surgiendo otras, configurando para la década de 1970 un entramado productivo muy potente y con diversos rubros industriales: lácteos, carne, maquinaria agrícola, equipos industriales, metalmecánico, autopartista, textil, cuero, entre otros.

Así, Rafaela se ha desarrollado a través de los primeros tres cuartos del Siglo XX como una ciudad de importante densidad productiva y de gran cantidad de oportunidades laborales y de progreso económico. Y ha logrado así ‘amortiguar’ bastante bien las diversas crisis económicas y sociales de la Argentina, contando a través de los años con cierta armonía, paz y bienestar social. Y en todo este proceso de desarrollo hubo cuatro factores que han sido clave.

En primer lugar, el hecho de contar con un entramado productivo muy diversificado, lo que ha dado un amplio abanico de oportunidades laborales y la posibilidad de amortiguar las diversas crisis sectoriales. Esto quiere decir que, por ejemplo, si en algún momento entraba en crisis la industria de la maquinaria agrícola, existían otros rubros para sostener la fuerza de trabajo y la economía local en general.

En segundo lugar, otra característica importante fue la diversificación de los mercados: además del mercado interno de Argentina, los productos y servicios rafaelinos han tenido un importante componente exportador hacia gran cantidad de países. Así, cuando la economía nacional caía, existían mercados internacionales por los cuales sostenerse; cuando el mercado europeo o norteamericano caía, existía el mercado asiático para sostenerse, y viceversa, y así sucesivamente a través de las distintas coyunturas económicas y sociales nacionales e internacionales.

En tercer lugar, siempre el crecimiento productivo fue garantizado por la existencia de trabajadores con la calificación adecuada para los distintos puestos a ocupar, traduciéndose esto en altos niveles de productividad del trabajo.

Y el cuarto, y no menor, el alto componente emprendedor y por ende de creación y crecimiento de pymes. Esto ha posibilitado una distribución relativamente equitativa de la riqueza y la fuerza productiva y un crecimiento equilibrado entre los diferentes actores económico-productivos de la ciudad.

No obstante, ese pujante modelo productivo que ha logrado durante mucho tiempo ofrecer variadas oportunidades de progreso económico ha llegado a su techo. Ese crecimiento industrial y productivo tan particular se ha estancado y desde hace unos años son visibles sus fisuras y sus consecuencias sociales.

El declive del modelo

Es innegable que el tan aclamado modelo de desarrollo rafaelino no ha sido perfecto: siempre han existido sectores más desfavorecidos, pero las amplias posibilidades de progreso y la no existencia de grandes niveles de desigualdad han posibilitado una cierta armonía, paz y bienestar social.

Sin embargo, estas condiciones comenzaron a desmoronarse a partir del último cuarto del Siglo XX, especialmente durante la implementación de políticas neoliberales a nivel nacional en las décadas de 1970 y 1990 que han sido muy perjudiciales para la industria argentina.

En ese contexto, en Rafaela se fueron restringiendo y acotando las posibilidades de crecimiento económico. A su vez, se vivió un fenómeno de crecimiento poblacional muy importante; nuevas generaciones y familias se incorporaban a la búsqueda de oportunidades de desarrollo, sumadas, en ese contexto de crisis, a otras tantas que inmigraban a la ciudad en esa misma búsqueda. Se pronunció así de manera importante la problemática habitacional; se fueron desarrollando varios asentamientos de villas miseria en distintos puntos de la ciudad. Se pronunció el nivel de trabajo en negro y la precariedad. Fue creciendo de manera exponencial la cantidad de habitantes, pero no así las oportunidades de progreso.

Por ejemplo, un dato frío pero digno de analizar y profundizar, es que en el año 1974 -previo al modelo neoliberal de la dictadura militar- Rafaela poseía alrededor de 50.000 habitantes y unas 412 empresas industriales. Para el año 2010, en el último censo nacional, la población ya rondaba los 100.000 habitantes y, según el Censo Industrial de Rafaela de 2012, existían unas 496 empresas industriales. Es decir que, en ese período, la población se duplicó pero el nivel de creación de nuevas empresas industriales estuvo muy por debajo. Claro está que la actividad industrial no es la única que genera empleo, ni el único factor a evaluar para analizar el bienestar económico y social de la ciudadanía rafaelina, pero sí es un primer y claro indicador a contemplar y estudiar.

De esta forma, en los últimos años, diversos sectores sociales han sido condenados implícitamente a vivir en la incertidumbre, la inestabilidad y la precarización laboral. Han aumentado así los niveles de marginalidad y pobreza estructural. La comunidad rafaelina se ha fragmentado. La desigualdad se ha pronunciado. La creación de nuevas empresas se ha estancado y el acceso al empleo se ha reducido. Y las consecuencias sociales no han tardado en llegar: importantes aumentos de la violencia, la delincuencia y los consumos problemáticos de sustancias.

Rafaela en el Siglo XXI: Puentes hacia el bienestar y la igualdad

Hoy resulta necesario reconvertir y reimpulsar la matriz productiva de Rafaela, generando nuevos empleos y nuevas cadenas de generación de valor, en el marco de un desarrollo económico para el Siglo XXI, con base en la generación de conocimiento, y con perspectiva de bienestar social y equilibrio medioambiental. Y en ese sentido, el conocimiento, su recuperación, generación y apropiación democrática por parte de la comunidad es un factor clave. Es necesario impulsar nuevas industrias y cadenas de valor del Siglo XXI: la informática, la electrónica, la automatización de procesos, las energías renovables, la producción agroecológica de alimentos, los servicios y más. Afortunadamente en los últimos años han surgido algunos emprendimientos de este estilo, especialmente del rubro informático; es importante potenciar estos nuevos sectores y fomentar su crecimiento.

Además, en este marco, resulta necesario hacer especial enfoque en los sectores marginales y emergentes, con perspectiva de fortalecimiento de la economía popular y los circuitos económicos descentralizados y de pequeña escala, apostando a la calificación en oficios y la transferencia de recursos para emprender.

Hoy Rafaela se encuentra ante una crisis económica y social, y ante este desafío resulta fundamental generar nuevas pymes, nuevas industrias, nuevas cadenas de valor y nuevas oportunidades de progreso. ¿El horizonte central? La construcción de igualdad y bienestar social y ambiental para todos los rafaelinos y rafaelinas.

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