Estamos a muy pocos días de la fecha de liquidaciones de sueldos de abril, y por estos momentos se están cumpliendo ya 6 semanas desde aquel momento en que el Presidente de la Nación Alberto Fernández, ante la acuciante situación de pandemia mundial del COVID-19, decretara el aislamiento social preventivo y obligatorio, el día jueves 18 de marzo pasado. Tal medida, al día de hoy, podemos ver que fue bien conducida en términos políticos y altamente exitosa en términos sanitarios, lo que se vio reflejado en un achatamiento de la curva de contagios en función del tiempo. Afortunadamente, y en esa misma sintonía, el Gobierno Nacional lanzó también un paquete de medidas de salvataje para las pymes, y desde hace algunos días se fueron emitiendo progresivamente nuevas disposiciones con las que se va avanzando en la flexibilización de aquella medida inicial. Sin embargo, la situación de crisis económica en la que se encuentran la mayoría de las empresas sigue siendo preocupante.
Ante aquella primera disposición
del 18 de marzo, y como consecuencia inmediata, la actividad económica en todo
el país se redujo al mínimo e indispensable, constituyéndose en drásticas
disminuciones de ingresos para las industrias, servicios y comercios
restringidos por la medida. Por lo tanto, esta caída en los ingresos de las
empresas se ha convertido inmediatamente en una seria amenaza para el pago
normal de los salarios de sus trabajadores. De hecho, en los últimos días se
conoció que a nivel nacional ya más de 13.000 empleados fueron despedidos o
suspendidos desde el 20 de marzo, con el comienzo de la cuarentena. En la
provincia de Santa Fe en particular, la cantidad de trabajadores afectados
asciende a unos 2.000.
Como sabemos, la situación
económica y social del país ya era de por sí complicada, contando sobre fines
de 2019 con un 40% de pobreza, a lo que ahora se suma esta situación extraordinaria, y
que requiere por lo tanto soluciones extraordinarias. En ese sentido, se
desprenden dos objetivos primordiales hacia los cuales el Estado debe apuntar:
Primero, reducir al mínimo posible el decrecimiento económico derivado, y segundo,
evitar que las desigualdades económicas y sociales se acentúen aun más de lo
que ya están.
En primera instancia, es visible
que la parálisis económica de los rubros alcanzados por la cuarentena amenaza
directamente los ingresos de la gran mayoría de las familias rafaelinas, ya que
afecta tanto a trabajadores con autoempleo -en donde se sostiene una familia- como a
empresas con empleados en relación de dependencia -en donde se sostienen muchas
familias-.
Créditos para las pymes, una medida central
Ante esta situación, días atrás, el Gobierno Nacional lanzó el programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), destinado a pequeñas y medianas empresas (pymes), al cual se inscribieron más de 420.000 empresas. Dicho programa ofrece una batería de medidas económicas que comprenden:
- Postergación o reducción del pago de contribuciones patronales.
- Aportes para empresas de hasta 100 empleados, con los que, según la cantidad de trabajadores, se cubrirá entre el 50% y el 100% de los salarios.
- Aportes para empresas de más de 100 empleados, con los que, según la cantidad de trabajadores, se otorgará entre $6.000 y $10.000 por trabajador.
- Sistema integral de prestaciones por desempleo.
- Creación del Fondo de Garantías Argentino (FoGAr), que comprende un aporte de $30.000 millones.
Este último ítem, el FoGAr, es otorgado como garantía ante los bancos privados para facilitarle a las pymes el acceso a préstamos para capital de trabajo, a una tasa máxima de 24% anual y con un período de gracia de 3 meses.
Por otro lado, el Ministerio de Desarrollo Productivo, a través del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), ha destinado $1.000 millones en líneas de capital de trabajo para pymes, a una tasa anual de 12% y con un plazo de 12 meses.
En ese sentido, y considerando las herramientas y capacidades con que cuenta el Estado, resulta imprescindible que el Gobierno Nacional ponga 'todos los cañones' en la efectividad del otorgamiento de estos créditos, y que lo reciban absolutamente todas las empresas que lo soliciten; tanto sean empresas, autónomos o monotributistas, fundamentalmente para que puedan cubrir el pago de salarios. De esta manera, se estaría estableciendo un "puente financiero" de asistencia económica para los sectores productivos paralizados y que, así, se sostenga el consumo de las familias y no se corte la cadena de pagos.
A estas alturas la medida ya está tomada, pero probablemente hubiese sido más justo que los créditos sean ofrecidos a tasa 0%. Esto mismo había sido solicitado un mes atrás a nivel nacional por la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (ADIMRA) y la Cámara Argentina de Comercio (CAC); y también el Centro Comercial e Industrial de Rafaela y la Región (CCIRR) se había manifestado a favor. Correspondería que los créditos sean ofrecidos a tasa 0%, porque no existe justificación, y menos aún en esta situación de crisis, para que se busque obtener un beneficio económico a partir de esta medida. De hecho, si la excusa es el nivel de inflación esperado, es el propio Estado el que controla la política monetaria nacional, y debe instrumentar de manera correcta las políticas económicas para que el nivel de inflación derivado sea el menor posible. Otra posibilidad también podría haber sido establecer una tasa negativa para empresas pequeñas (esto significa que devolverían algo menos de lo que recibieron) y una tasa positiva para empresas más grandes, pero que en la suma total de todos los créditos otorgados estas tasas diferenciadas se compensen, y el interés efectivo dé como resultado el 0%.
En suma, el salvataje mediante créditos para las empresas significa “prorratear” esta profunda crisis entre los próximos 12 meses. En
otras palabras, es evitar sufrir durante estas semanas de cuarentena todas las
consecuencias que de ella se derivan, para pasar a sufrirlas “un poquito cada
mes” durante los próximos 12 meses.
Sin embargo, hasta el momento se han observando grandes dificultades para que las empresas puedan acceder realmente
a los créditos ofrecidos por los bancos privados. Es importante recordar que la
banca privada busca obtener una rentabilidad en el otorgamiento de estos créditos,
porque de hecho estos bancos son negocios creados para tal fin, y es natural
que esto esté ocurriendo. Por eso, tal vez como alternativa, puede que resulte pertinente que el otorgamiento de
dichos créditos se realice por medio del Banco Nación, que depende directamente
del Gobierno Nacional, tercerizando si es necesario el servicio de gestión para tal fin, y posibilitando una dinámica de trámite realmente
expeditiva, debido al carácter urgente y extraordinario de la situación. El
Estado Nacional cuenta con la información necesaria para dar cuenta del
merecimiento de las empresas para recibirlo (por ejemplo, aquellas que lleven
más de 6 meses de actividad) y, si en un futuro se diera el caso, también
tiene la capacidad de apercibir a aquellas empresas que no cumplan con su
obligación del pago de las cuotas crediticias.
En el caso de la provincia de Santa Fe, esta
medida sería mucho más factible de implementar si el Estado Provincial contara todavía con un banco público, pero, lamentablemente, el viejo Banco Provincia
fue víctima de la avalancha privatizadora de la década del ’90; medida que fuera decretada por el
entonces Gobernador Jorge Obeid e instrumentada por quien era el Ministro de la
Producción Omar Perotti.
Pero, volviendo a los créditos, la gran pregunta es: ¿Esta medida es viable? ¿El Estado posee tanto dinero suficiente como para sostenerla? Y la respuesta es sí, y reside en la famosa “maquinita de imprimir
billetes” -técnicamente llamada emisión monetaria-.
Claro, y ahora la otra gran
pregunta es: Pero, ¿es bueno eso? ¿No traería problemas mayores, como una
inflación abrumadora? Y la respuesta es que, si se administra de manera
correcta, no debería representar grandes problemas o, por lo menos, no mayores
a lo que resultaría del catastrófico hecho de que las personas no cobren sus
correspondientes salarios, lo que, como hemos señalado, se traduciría en una
parálisis de consumo y por ende en un freno en la cadena de pagos.
A la emisión monetaria necesaria
para otorgar créditos a las empresas podríamos entenderla como un mecanismo
“ficticio”, pero que en términos técnicos no es ni más ni menos que un “puente
financiero”, donde se estaría suplantando de manera financiera la falta de
ingresos de las empresas.
Yendo un poquito hacia atrás… Una
economía posee dos factores básicos que se relacionan directamente: la cantidad
de dinero en circulación y la cantidad de bienes y servicios que esa economía
produce. Ocurre que, cuando se emite más dinero sin que aumente la cantidad de
bienes y servicios producidos, eso genera inflación, ya que más cantidad de
moneda genera un aumento en la demanda de bienes y servicios, pero como la
oferta se mantuvo igual, esto hace que los precios suban. En una economía bien
administrada, ambas variables -cantidad de moneda y cantidad de bienes y
servicios producidos- deben crecer en la misma proporción, lo que hace que los
precios se mantengan estables a través del tiempo.
Sin embargo, estamos ante una
situación extraordinaria, donde necesitamos soluciones extraordinarias, y que
estén técnicamente bien administradas. De hecho, como antecedente, durante la
Gran Depresión de 1929 en Estados Unidos, que tuvo impacto mundial, el Banco
Central de ese país llegó a cuadruplicar su emisión monetaria a lo largo de la
década del ’30. Por otro lado, durante la crisis financiera mundial de 2008, el
Banco Central de los Estados Unidos volvió a cuadruplicar su emisión monetaria;
y, por su parte, la Unión Europea triplicó su emisión de euros. Esto quiere
decir que, ante situaciones especiales, la emisión monetaria es una herramienta
posible para las economías, siempre y cuando se administre de manera
equilibrada.
Tal vez, un criterio factible
para su correcta administración, es que los salarios de abril que se deberían ir pagando dentro de algunos días, garantizados con esta medida financiera, no se abonen en su totalidad,
sino en la proporción correspondiente al nivel de gasto que han tenido las
familias durante la cuarentena en aquellos bienes y servicios no afectados:
alimentación, medicamentos, elementos de higiene, servicios de energía
eléctrica, TV, internet y gas, alquileres, cuotas crediticias, entre otros. De
esta manera, se estaría inyectando al mercado una cantidad de dinero
proporcional a la cantidad de bienes y servicios producidos efectivamente, lo que
permitiría sostener la cadena de pagos y evitar generar inflación.
Así, se estaría
garantizando un “ingreso básico de cuarentena” para las familias para que, mientras las actividades se vayan habilitando, cuenten con la capacidad económica para seguir consumiendo
bienes y servicios al mismo nivel en el que lo venían haciendo anteriormente. Todo
esto, suponiendo que en los primeros días de abril las empresas hayan pagado
normalmente los salarios de marzo, y sujeto a la extensión o no de la
cuarentena más allá del 10 de mayo.
Posteriormente, cuando la
economía vaya volviendo progresivamente a su actividad normal, con los niveles
de demanda anteriores, y las empresas vayan volviendo a sus niveles normales de
producción e ingreso y comiencen a devolver los créditos obtenidos, el Estado
deberá retirar de la economía ese dinero devuelto para, justamente, evitar que
circule en exceso generando inflación, lo que a su vez también sería
perjudicial para la mayoría de las personas, ya que afectaría el poder
adquisitivo de los salarios.
Por otro lado, pensemos qué
ocurriría si no se haría nada de esto: Las familias, habiendo cobrado su último
salario en abril, correspondiente a marzo, y habiendo transcurrido la
cuarentena realizando los consumos esenciales y pagando por ellos como
corresponde, sin trabajar y, por ende, sin percibir un salario correspondiente
a abril, al ir levantándose la cuarentena en mayo -suponiendo que así se vaya dando- se
encontrarán completamente empobrecidas, sin capacidad de consumo, lo que
provocará que inmediatamente, aunque se haya avanzado en la habilitación de actividades y las
empresas vayan siendo autorizadas progresivamente a producir normalmente, el consumo no vuelva a su
nivel anterior, lo que provocará menos producción y menos ingresos para las
empresas; lo que a su vez va a volver a dificultar el pagos de los salarios
correspondientes a mayo, y que a su vez puede provocar despidos, y así menos
consumo, menos demanda, menos producción, menos ingresos, y así sucesivamente, cayendo
en un círculo vicioso de la economía, y resultando así en una crisis económica aún peor.
Este es un momento
extraordinario en que el Estado no debe ser mezquino; porque tiene la capacidad
para responder ante esta crítica situación, porque la matriz productiva lo está
necesitando y es una buena forma de reconocer y retribuir el esfuerzo que
permanentemente hace a la hora de contribuir con sus impuestos, y hasta porque al
propio Estado le conviene, ya que, si la actividad económica se cae, así lo
hará también la recaudación de impuestos.
Por otro lado, el Estado Nacional
debería instrumentar también alguna medida para que aquellas empresas
comprendidas por los rubros esenciales, que no han sido afectadas por la
cuarentena y siguen trabajando casi normalmente, también aporten una parte del
esfuerzo económico. De lo contrario, sólo las empresas afectadas por el
aislamiento estarían incurriendo en el esfuerzo financiero de endeudarse con
créditos para el sostenimiento económico.
Otras consideraciones
También, como alternativa, se pueden
señalar otras medidas “intermedias”, como dictar reducciones y/o postergaciones
de pagos de alquileres, seguros, servicios (tales como electricidad, telefonía,
TV, internet, etc.), pagos de cuotas crediticias y de planes de ahorro, impuestos,
entre otros costos fijos que afectan directamente a la economía de las
familias. Pero, en suma, es muy probable que la medida de otorgamiento de créditos a empresas sea la más efectiva en términos económicos y la más sencilla en
términos de aplicación, porque se evita de meterse en cuestiones más específicas
de la microeconomía que requieren mucha más minuciosidad.
Por otro lado, también es importante
ejecutar medidas específicas para el sector de trabajadores informales, así como
reforzar las políticas de control de precios.
Trabajadores informales: sector
comprendido por el gran espectro de empleados en negro, así como también los lavacoches, cortadores de césped, albañiles,
changarines, cuidadores de personas, entre muchos otros. Resulta necesario otorgarles un bono mensual que, sumado a lo que ya recibieron en el transcurso de la cuarentena (refuerzo
de AUH, IFE), equivalga al consumo promedio que les permitían las tareas que
desarrollaban normalmente (seguramente con herramientas e información del
Estado se puede realizar la estimación necesaria correspondiente).
Control de precios de
productos alimenticios, de higiene y sanitarios: Resulta necesario mantener
un control de los precios a valores anteriores al primer decreto de la
cuarentena total del 18 de marzo, porque los aumentos que se han venido dando no
tienen justificación razonable. Esta medida está bajo responsabilidad de la
Secretaría de Comercio Interior y Servicios de la provincia en conjunto con la
Municipalidad, que lo está canalizando a través de un teléfono 0800 donde se
puede denunciar desabastecimientos y sobreprecios, pero es necesario reforzar firmemente
esta acción, dándole más difusión y efectividad, ya que los aumentos siguen
persistiendo.
En definitiva, esta extraordinaria situación, casi única en la historia mundial, requiere de fuertes políticas económicas; y de hecho en distintas partes del mundo se está discutiendo mucho acerca de la ejecución de un "nuevo gran Plan Marshall" para re-encauzar el sendero del bienestar económico y social, pero, por supuesto, esto deberá también ser acompañado de una fuerte perspectiva ambiental. Ojalá, por el bien de Rafaela en particular y de la Argentina en general, las personas que
poseen hoy responsabilidades de decisión pública tomen las medidas correctas y con
celeridad, para que nuestra comunidad sufra lo menos posible las consecuencias económicas
y sociales de esta crítica situación.
Ya con el mes de mayo y la correspondiente liquidación de los salarios de abril encima, en los próximos días veremos qué efecto surten las medidas económicas emprendidas por el Gobierno Nacional y, ya mismo, el nuevo debate urgente girará en torno a cuándo y cómo se irán habilitando progresivamente, o no, las actividades económicas hasta ahora paralizadas.
Ya con el mes de mayo y la correspondiente liquidación de los salarios de abril encima, en los próximos días veremos qué efecto surten las medidas económicas emprendidas por el Gobierno Nacional y, ya mismo, el nuevo debate urgente girará en torno a cuándo y cómo se irán habilitando progresivamente, o no, las actividades económicas hasta ahora paralizadas.
Comentarios
Publicar un comentario