Ahora bien, ¿qué estaba ocurriendo en Europa en aquellos años en que ocurre el Cordobazo? ¿Era muy distinto a lo que ocurría aquí? La realidad es que el clima social era muy similar; de hecho, en Europa se vivía el periodo que fue definido como de “las protestas”, también enmarcadas en el contexto mundial descripto anteriormente. Sin embargo, sí podemos marcar una importante diferencia político-institucional en los años anteriores y posteriores: Argentina venía de los golpes de Estado del ‘55 y ‘66 -y transitando la dictadura militar de Onganía- y desembocaría luego en el golpe de Estado del ‘76, mientras que la mayoría de las naciones europeas -como Francia e Italia- gozaban de democracias ininterrumpidas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y así seguirían hasta la actualidad. Tal vez podemos señalar, como un contexto similar al nuestro, al de España, que transitaba los años de la dictadura franquista, y que culminaría con su muerte en 1975.
Francia, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, transitó el periodo constitucional de la Cuarta República (1946-1958), y durante el Mayo Francés regía la Quinta República (1958-actualidad), con la presidencia del exmilitar Charles De Gaulle. El estallido del Mayo Francés en 1968 -que fue el conflicto social más grande de la Europa de esos años- se constituye como el punto más alto en la escalada de las protestas obreras y estudiantiles de los meses precedentes. Durante los días más calientes de mayo, que se transcurren con violentos enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad, el gobierno de De Gaulle entra en una fuerte crisis de poder, debilitándose seriamente, y el conflicto finalmente encuentra como vía política de pacificación la salida electoral, que establece una presidencia interina de Alain Poher y finalmente define la nueva presidencia en favor de Georges Pompidou (1969-1974).
En el caso de Italia, se puede decir que el año ‘69 fue el equivalente al ‘68 de Francia; allí, la gran movilización obrero-estudiantil fue la denominada Otoño Caliente, entre septiembre y diciembre de 1969, que se daba cuatro meses después del Cordobazo. Al igual que Francia, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Italia gozaba de una constitución republicana y de democracias ininterrumpidas, y así mismo seguiría hasta la actualidad. En los años anteriores había transcurrido un periodo de gobiernos de la Democracia Cristiana (1955-1964), y en esos momentos era presidente Giuseppe Saragat, del Partido Socialista Democrático Italiano. En la posguerra, el país había recibido una importante ayuda financiera del Plan Marshall, y junto con otros factores -como su ingreso a la Comunidad Económica Europea y una gran demanda de metal y productos manufacturados por la Guerra de Corea, entre otros- fueron el gran empujón para que experimente un espectacular crecimiento económico. Sin embargo, para 1969 los salarios aún eran de los más bajos de la Europa occidental. La gran movilización sindical del Otoño Caliente, con reivindicaciones de tipo salarial, se unen a las agitaciones estudiantiles, que reclaman el derecho al estudio para todas las capas sociales -que habían experimentado una estratificación más acentuada en los últimos años-. Se sucedieron así revueltas y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, en sintonía con el clima mundial de antiamericanismo, antiimperialismo y reivindicaciones obreras de aquel momento, donde se podían observar eslóganes como “Nuestro Vietnam es en la fábrica”. El conflicto estalló con una fuerza que ni empresarios ni trabajadores habían previsto.
En diciembre, en medio de un clima de gran tensión, se firma un acuerdo entre los sindicatos y las patronales, en el que se otorgan aumentos salariales iguales para todos y la reducción del horario laboral a 40 horas semanales. Sin embargo, el clima de conflicto estaba lejos de apaciguarse: el 12 de dicho mes se producen varios atentados, entre los cuales el más importante es el Atentado de Piazza Fontana. Así como, en Argentina, el Cordobazo había inaugurado la oscura década del ‘70, el Otoño Caliente inauguraba en Italia el periodo que luego sería llamado Anni di Piombo (“Años de Plomo”), caracterizado por una gran seguidilla de sucesos de violencia callejera, lucha armada y terrorismo por parte de organizaciones políticas extraparlamentarias de extrema izquierda y de extrema derecha. Entre ellos, en 1978, se da el hecho que fue tal vez el que generó mayor conmoción en aquellos años: el secuestro y posterior asesinato de Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana. Así y todo, es interesante remarcar que, aún en ese contexto, Italia nunca sufrió una interrupción constitucional, como sí ocurrió en Argentina con el golpe de Estado militar de 1976.
España, por su parte, para los años ‘68-‘69 se encontraba en la etapa final de la dictadura franquista -que regía desde el año 1939-. Para ese entonces, poseía una economía muy atrasada en comparación con el resto de las naciones europeas. Recién a partir de 1959 había encarado un proceso de industrialización y desarrollo, donde se produce un importante éxodo de trabajadores desde el campo a la ciudad, y el turismo empieza a experimentar un fuerte crecimiento de su peso en la actividad económica. Para el año ‘68 se vivía un contexto social mucho más pasivo que en el resto de Europa. Surgieron algunas situaciones de conflicto, pero de entidad más bien menor, como algunos movimientos universitarios de oposición al franquismo, el crecimiento del Partido Comunista de España dentro de la oposición y el atentado terrorista de la ETA -organización nacionalista de origen vasco- contra Luis Carrero Blanco. Posteriormente, con la muerte de Franco en 1975, España iniciaría la transición hacia la democracia, de la cual gozaría de manera ininterrumpida hasta el día de hoy.
Como el Cordobazo, y en contra de los discursos fatalistas y pesimistas acerca de la Argentina, muchas de las cosas que ocurren en nuestro país pueden encontrar un reflejo en otras partes del mundo, y particularmente en naciones más desarrolladas. Esto es importante marcarlo, ya que fueron justamente aquellos discursos de “Argentina está arruinada”, “no tenemos arreglo”, los que justificaron las sucesivas dictaduras del siglo XX. Y la realidad es que, similar a lo que ocurre con las guerras, los golpes de Estado y las dictaduras militares frenan y hasta retroceden el desarrollo de los países, porque la prioridad de esos gobiernos está puesta en la cuestión militar y la represión de todo brote social, y no en el desarrollo económico y social de su gente.
La mayoría de las naciones europeas, como Francia e Italia, con sus virtudes y dificultades, han gozado de democracias ininterrumpidas desde 1945, mientras que en Argentina hemos estado perdiendo valiosos años en recurrentes dictaduras hasta el año 1983. Y no fue porque aquí haya habido conflictos sociales que en otros lugares no, sino que primó una falta de conciencia acerca de la democracia y los instrumentos republicanos para la resolución de conflictos y la construcción de sociedad. Ese mayor valor por la democracia en Europa puede deberse tal vez a un mayor arraigo de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa, y la conciencia civil que han adquirido a partir de las atroces dictaduras fascistas y nazis que tuvieron lugar hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y en el otro extremo, en Argentina -como en el resto de Latinoamérica-, una falta de conciencia democrática sumada a una fuerte influencia geopolítica de los Estados Unidos en las cúpulas de nuestras Fuerzas Armadas.
Estudiar y comprender la historia nos ayuda a entender mejor el presente y proyectar mejor el futuro. Esta enseñanza nos tiene que servir para remarcar ese piso conceptual mínimo desde el cual no debemos bajar, revalorizando el rol de la democracia y reforzándola progresivamente, y entendiendo que los recursos del Estado deben estar destinados prioritariamente a favorecer el desarrollo económico y social y no en la represión de las expresiones civiles.
Comentarios
Publicar un comentario