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El Desarrollo Sostenible como camino hacia el futuro



La pandemia mundial del COVID-19 fue dejando al desnudo diferentes problemáticas de fondo que hoy tiene el mundo en el que vivimos. Muchas de ellas, en realidad, muy visibles y alertadas desde hace mucho tiempo antes de esta situación, pero que ante el normal andar de las economías que dirigen el mundo no tenían mucho lugar a discusión. Por un lado, y particularmente en países del Tercer Mundo como Argentina, ha quedado -aún más- al descubierto los grandes niveles de pobreza y desigualdad que han empujado a una gran parte de la sociedad a graves dificultades laborales y a sobrellevar el aislamiento en pésimas condiciones económicas y sociales. Y, por otro lado, se ha podido observar el alivio que el confinamiento le otorgó a la naturaleza en términos de niveles de contaminación -especialmente del aire- derivados de la actividad del ser humano. Y no existe evidencia firme para pensar que a causa de esta pandemia el mundo va a experimentar un cambio radical de su sociedad, sino que más bien se van a acelerar ciertos procesos -como la digitalización de la economía- y a acentuar ciertas problemáticas -como las desigualdades- que ya se venían configurando en los últimos años.

Por eso mismo, este fuerte cimbronazo mundial es una buena e inquietante oportunidad para tomar seriamente conciencia sobre qué sociedad tenemos, cuáles son las carencias que nos aquejan y actuar en consecuencia transformando nuestro sistema social y reclamando políticas de Estado contundentes que resuelvan nuestros problemas más urgentes y, a su vez, tengan una mirada puesta en el desarrollo y sostenimiento de largo plazo.

La problemática social de Argentina era ya preocupante, y con el confinamiento se ha agudizado. Según los últimos datos del Indec, el 35,5% de la población -más de 15 millones de personas- está en situación de pobreza, combinado con importantes niveles de empleo en negro -alrededor de un 35%-. Más del 5% de los hogares está a cargo de una sola persona, y en casi todos es una mujer; y en el 10% más pobre de los hogares la dependencia de una sola persona se eleva a 16%. En estas situaciones, difícilmente la persona a cargo pueda compatibilizar la búsqueda de ingresos con las tareas de apoyo y cuidados en el hogar. A su vez, la restricción de circulación empeoró las situaciones de violencia de género, teniendo en cuenta que las mismas se presentan puertas adentro de las casas. Y la única variable que ha mermado pero que va resurgiendo a medida que se van levantando las restricciones es la violencia y la inseguridad, que es una problemática muy compleja, de raíces muy profundas, en la que entran en juego muy diversos factores sociales. 

El hecho de que el virus del COVID-19 haya tenido como reservorio zoonótico de origen un murciélago en un mercado exótico chino, y que desde ahí haya experimentado una mutación y se haya transmitido a los seres humanos, también ha dado lugar a nuevas discusiones acerca de los sistemas de producción alimentaria que rigen y sus condiciones, los parámetros de alimentación, la explotación animal, el veganismo, entre otros temas vinculados a la naturaleza y la relación que la humanidad establece con ella como recurso primario de producción.

Por otro lado, las tremendas mejoras que se fueron observando en la calidad del aire desde que distintos países comenzaron a tomar medidas de aislamiento social y restricción de la movilidad le dio más fuerza a la discusión que desde hace décadas se viene dando acerca de la emisión de gases y micro partículas nocivas para el ambiente y el ser humano. Entre ellos, se destacan los gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global -como el dióxido de carbono y el metano- y la emisión de partículas finas y gases tóxicos como el dióxido de nitrógeno y el monóxido de carbono, que producen importantes daños a la salud respiratoria e inmunológica de las personas.

Como se señaló al principio, las problemáticas económicas y sociales se van a ver acentuadas con el correr de la pandemia, y las ambientales, más allá de este pequeño respiro, van a seguir su curso normal -como mínimo- a medida que la actividad económica y la movilidad vaya volviendo progresivamente a su normalidad. Esta crisis mundial sin precedentes es realmente un momento oportuno para virar hacia una nueva y mejor normalidad, y ésta es posible tomando el camino del Desarrollo Sostenible.

Tomar el camino del Desarrollo Sostenible

En palabras del economista indio Amartya Sen, el desarrollo “puede ser visto […] como un proceso que expande las libertades reales que las personas tienen a su alcance” (Sen, 1999). El autor diferencia su enfoque de otros, más acotados, que equiparan el desarrollo al crecimiento del producto bruto interno (PBI), a la industrialización o al avance tecnológico, o incluso a la modernización social, destacando que el crecimiento del PBI o la modernización pueden considerarse “medios” para lograr una expansión de las libertades y capacidades de las personas, que son el fin último del desarrollo (Sen, 1999). 

En suma, hoy el paradigma que debemos tomar como camino hacia el futuro es el del Desarrollo Sostenible. Este concepto no es nuevo; de hecho, por el contrario, ya era discutido y postulado por la comunidad científica mundial durante la década de 1970, en sintonía con el deterioro ambiental y las problemáticas sociales que el crecimiento económico desmedido estaba causando. Posteriormente, como corolario, esta idea fue plasmada en el documento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Our Common Future (“Nuestro Futuro Común”), publicado en 1987. Allí, el Desarrollo Sostenible quedó definido como aquel que “satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades”, y plantea además la necesidad de que debe existir un armónico equilibrio entre el crecimiento económico, el bienestar social y la preservación ambiental. 

Así es que, en el año 2015, y luego de varios años de discusiones internacionales, en la Asamblea General de la ONU en París se definieron diecisiete objetivos mundiales para la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030, que incluyen aspectos tanto económicos, como sociales, políticos y ambientales, y para cada uno de ellos se han establecido metas cuantitativas a las que se pretende que el mundo llegue para el año 2030 e indicadores para su monitoreo a través del tiempo. Estos 17 objetivos son:

1. Poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo.
2. Poner fin al hambre, lograr seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
3. Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades.
4. Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente a todos.
5. Lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas. 
6. Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos. 
7. Garantizar el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para todos. 
8. Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos. 
9. Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación. 
10. Reducir la desigualdad en los países y entre ellos. 
11. Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. 
12. Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles. 
13. Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos. 
14. Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible. 
15. Proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad. 
16. Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y construir a todos los niveles instituciones eficaces e inclusivas que rindan cuentas. 
17. Fortalecer los medios de implementación y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible.


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