En una de las notas anteriores me propuse hacer una reflexión general sobre la situación económica, social y ambiental de la Argentina de hoy, tomando el paradigma del Desarrollo Sostenible como camino hacia un futuro mejor (nota: clic aquí). Ahora, más específicamente, me propongo escribir unos apuntes sobre los desafíos que, creo yo, enfrentamos en el plano económico para transitar ese camino.
Cuando ponemos la lupa en lo económico, es más que claro que Argentina tiene todavía una gran deuda pendiente: sentar las bases de un proyecto político económico nacional, para así lograr estabilidad y visión de largo plazo. En este sentido, es muy común escuchar opiniones muy pesimistas, pero nuestra realidad es un poco mejor de lo que nosotros mismos como argentinos creemos. En relación al mundo, se puede decir que Argentina es un país de “mitad de tabla”, con un PBI per cápita y un desarrollo industrial intermedios. Y esta posición no es casualidad, tiene más bien una raíz histórica, ya que nuestro siglo XX se ha caracterizado por una muy larga seguidilla de alternancias entre democracias y dictaduras, y hoy en día poseemos una democracia muy joven todavía, especialmente si tomamos como ejemplo a la mayoría de las naciones europeas que gozan de democracias ininterrumpidas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y, sumado a todo esto, considerar la gran destrucción para la industria nacional que significaron las políticas económicas de la última dictadura cívico-militar y de los gobiernos de Carlos Menem.
Hoy en la Argentina es urgente realizar una profunda reforma tributaria. El país cuenta actualmente con un sistema impositivo terriblemente regresivo, superpuesto y distorsivo, que recae con impuestos más agresivos -como el IVA- sobre las familias que menos tienen y las empresas más pequeñas, dando como resultado un esquema distributivo terriblemente desigual y que tiende a serlo cada vez más. El consumo está excesivamente gravado por el IVA, por lo que el poder adquisitivo de la mayoría de la gente se ve muy comprometido, lo que representa menos posibilidad de consumo y menos demanda de bienes y servicios. A su vez, las empresas pequeñas poseen un “piso” impositivo muy alto, lo que les dificulta lograr rentabilidad, haciéndoles muy complicado crecer y, en muchas ocasiones, empujándolas a desaparecer. Por todo esto hoy conviene más destinar ahorros y capitales a obtener renta financiera antes que crear una pyme industrial, un comercio o una pequeña empresa de servicios.
Urge así migrar hacia un esquema impositivo progresivo, como poseen las economías europeas desarrolladas y, como ejemplos particulares interesantes para tomar, los países escandinavos. Aquellas naciones poseen sistemas progresivos que establecen el pago de menor proporción de impuestos a quienes poseen menores ingresos y mayor proporción a quienes gozan de ingresos más altos, combinándolos con fuertes mecanismos de redistribución de la riqueza por medio de la inversión pública en los sistemas de educación, salud y seguridad social, logrando así muy buenos niveles de equidad económica y social.
En ese sentido, también es un desafío -y es un desafío actual en todo el mundo- establecer una regulación al sistema financiero, ya que en muchas ocasiones los entes financieros obtienen ganancias extraordinarias sin pagar casi impuestos, y su libre movimiento amenaza muy a menudo la estabilidad financiera de los países -como ocurrió en la crisis mundial de 2008-. Sin ir muy lejos, se conoció recientemente que durante el gobierno de Mauricio Macri la Argentina sufrió una fuga de capitales total de unos 86.000 millones de dólares.
Por otro lado, tal vez no es lo más urgente, pero ya lo estamos viviendo y va a ir tomando cada vez más fuerza: la digitalización de las actividades económicas. El caso más concreto es lo que está pasando con los empleos de plataforma como Pedidos Ya y Uber, en los que sus trabajadores no cuentan con los derechos laborales y seguridades sociales que sí poseen los empleos en relación de dependencia registrados.
Yendo más allá, podemos preguntarnos: ¿qué rol juegan estas nuevas empresas de plataforma en las economías locales? Porque, simplemente por nombrar un aspecto visible, por un lado las mismas operan tranquilamente en nuestro país y obtienen ganancias, pero por otro lado tienen una gran facilidad para evadir impuestos que sí pagan las empresas convencionales. Este fenómeno, que pareciera ya haber un consenso para llamarlo “capitalismo digital”, también está en pleno debate en el mundo, por la facilidad que posee para trascender fronteras y evadir los sistemas fiscales de las naciones.
Ante estos nuevos fenómenos tecnológicos, el camino efectivo no es prohibirlos, sino darles un marco regulatorio para resguardar a todas aquellas personas que trabajan en estas actividades y analizar en detalle qué va ocurriendo con los empleos que van barriendo en su competencia -como el de los taxistas en el caso de Uber- y diagramar soluciones integrales.
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